Sandra Urra Águila
Académica Escuela de Educación
Universidad Andrés Bello
Cada año al finalizar el primer semestre, la mayoría de las escuelas, colegios y liceos dan inicio a las vacaciones de invierno; este período implica dos semanas lejos de las clases, tareas, estudio y rutinas de traslado que, en muchos casos, resultan agotadoras tanto para estudiantes como para sus familias.
Además de lo antes mencionado, este período supone un desafío para muchos hogares que no cuentan con redes de apoyo o cuidado de sus hijos o hijas en edad escolar, padres y madres que trabajan jornadas completas deben buscar soluciones y apoyo para superar con éxito las dos semanas de niños y niñas en casa.
En primer lugar, debemos entender que los establecimientos educacionales (jardines infantiles, colegios y escuelas) no son guarderías ni su objetivo es cuidar de niños y niñas para que sus padres, madres y/o cuidadores puedan trabajar tranquilos, pero en el contexto de muchos hogares, estas dos semanas pueden suponer, en lugar de días de descanso, un período de estrés en la organización de sus horarios y rutinas.
En segundo lugar, es un período de vacaciones, como su nombre lo dice y deberíamos tratar de buscar opciones para el descanso, esparcimiento, sana convivencia y relación en el espacio familiar. En ningún caso debe entenderse como dos semanas para estudiar, pedir tareas extra a profesores y profesoras o agobiar a niños y niñas con la preparación de un nuevo semestre con mejores “notas”. El descanso es necesario, sobre todo en un contexto en que la salud mental debe cuidarse desde temprana edad, por ello, sobrecargar a niños y niñas con exigencias de rendimiento, haciendo ver el aprender como un proceso que cansa, agota, presiona y obliga sería la mejor forma de alejarles del placer por aprender, de las ganas de descubrir y sorprenderse.
Si queremos hacer algo en casa estas semanas podemos: trabajar las rutinas que favorezcan un mejor segundo semestre, las horas de sueño sano, el disfrute de actividades en familia, el visitar a quienes no podemos durante el período escolar y son una fuente de conexión y lazos cercanos. Volver a disfrutar colectivamente en nuestro entorno o de acciones como caminar, explorar, leer, cocinar y comer juntos y juntas es clave. También reconectarnos y reencontrarnos en el hogar, retomar conversaciones, sorprendernos en las conversaciones con niños y niñas, en fin, es una oportunidad para que en la medida de lo posible generemos un espacio amigable, acogedor y familiar que permita a las y los estudiantes llenarse de energías para retomar su año escolar.
En tercer lugar, si Ud. está preocupado o preocupada por las notas de su hijo o hija el primer semestre y siente que debe hacer algo al respecto, le sugiero analizar las instancias que podría abordar el segundo semestre para apoyar al estudiante. Preguntarse ¿qué acciones de apoyo temprano podemos tener?, ¿de qué forma la escuela acompaña, informa o brinda orientación profesional?, ¿será el colegio lo que mi hijo o hija necesita para aprender de forma inclusiva y respetuosa? A la vez, cuestionarnos, ¿qué estamos haciendo en casa que podría mejorarse para acompañar a mi hijo o hija y brindarle un espacio seguro y respetuoso para aprender?, ¿será necesario el apoyo de profesionales de otras áreas?, ¿los requisitos de rendimiento del colegio, se relacionan con la mirada que tenemos como familia del aprendizaje?, ¿he conversado con mi hijo/a respecto a su percepción de los desafíos educativos del día a día?, por último, ¿es realmente importante por sobre la salud mental el rendimiento escolar y la presión que ponemos en los hombros de niños y niñas?.
Con todo lo dicho, no quiero cuestionar los modelos educativos de las escuelas (sería ocasión para otra reflexión), simplemente pretendo invitar a las familias a reflexionar en el espacio que estas semanas nos brindan, generar un momento para conversar, repensar y reencontrarnos con el sentido de la escuela y el por qué sentimos necesario que niños y niñas asistan; pero por sobre todo, quiero visibilizar la oportunidad que nos dan estas dos semanas para mirar el camino y buscar rutas que permitan hacer del viaje algo que se recuerde con cariño y sensación buena travesía; al fin y al cabo, son estos caminos los que nos marcan para toda la vida.