Por Raúl Herrera Herrera
El pasado mes de mayo, fue un tiempo pródigo en hechos muy importantes. A primera vista, uno recuerda espontáneamente, un nuevo aniversario de San Fernando, ocasión en que siempre va acompañada de hechos relevantes. No podemos en ese sentido dejar de mencionar, como corresponde, la distinción como Hijo Ilustre, que la Municipalidad otorgó al meritorio ciudadano y profesor, don Roberto Soto Aliaga. Hay que agregar a estos acontecimientos, la celebración y conmemoración de la epopeya del 21 de mayo, recordando la figura de Arturo Prat y sus heroicos marinos.
Todos estos hechos, resaltan por sí solos y nos enorgullecemos por los días de mayo.
Pero hay algo más que recordar y que trasciende los límites de nuestro país. En efecto, fue un día 7 de mayo, del año 1824, o sea, hace ya doscientos años, que, en Viena, se estrenó una obra musical extraordinaria del genio creativo Ludwig van Beethoven. Nos referimos a la Novena Sinfonía, obra tan bien conocida como coral.
Esta gran pieza, como toda sinfonía, tiene cuatro movimientos. Lo revolucionario, fue que el genio alemán convirtió ese cuarto movimiento en un coro singular, emotivo e inspirador y basado en el famoso poema Oda a la Alegría, del poeta germano Schiller.
Vale la pena recordar que la UNESCO, a comienzos de este siglo, declaró a la novena sinfonía de Beethoven, Patrimonio de la Humanidad. Es bueno recordar en estos tiempos tan polarizados, una obra que llama y clama por la paz, la solidaridad, la esperanza y la alegría.
No puedo dejar también de mencionar que el mes de mayo, pero de 1984, ósea hace 40 años que el gran pianista chillanejo, de fama mundial, Claudio Arrau visito Chile por última vez.
Los grandes críticos musicales sostienen que el pianista chileno fue el intérprete más fidedigno de las composiciones de Beethoven.
Pero don Claudio Arrau da para que en otra ocasión hablemos en extenso de su magnífica trayectoria, que con justicia nos enorgullece.