Cuando la omisión y confianza cuestan caro

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Con el equinoccio ocurrido durante la madrugada del sábado 23 de septiembre, se dio por terminado el invierno en el hemisferio sur, para así dar paso a la primavera. A diferencia de años anteriores donde la sequía era protagonista, esta vez las lluvias se hicieron sentir duramente toda la estación, reviviéndose célebres frases como “están tirando el agua con balde” y -la ya clásica- “llueve a la antigua”. Quienes pronunciaron lo antedicho no estaban tan alejados en sus estimaciones, pues en 2023 evidenciamos el invierno más lluvioso de los últimos 18 años.  

Los sistemas frontales de junio y agosto dejaron un gran porcentaje de lluvias en la zona centro-sur del país, causando inundaciones, derrumbes y socavones que produjeron daños catastróficos en diferentes comunas, entre ellas: Santa Cruz, Coltauco, Doñihue, Curicó y Placilla. Sobre lo ocurrido, mucho se dijo de que eran fenómenos naturales, empero, aquellos son entendidos como eventos producidos por razones naturales sin intervención directa del hombre, cosa que no ocurre en los socavones, derrumbes e inundaciones como las vividas. Todos ellos son hechos en su mayoría previsibles y cuya génesis está, precisamente, en el ser humano. Si bien los socavones son producidos por la erosión que hace el agua en el suelo, creando cavidades subterráneas que finalmente colapsan, los originados tras las lluvias fueron producto de que no se consideró el tipo de suelo y su rol en el entorno. De público conocimiento es lo sucedido en Concón -V región- donde se construyeron edificios en dunales, quitándole su rol como barrera contra la erosión costera, causando que se formaran socavones que tornaron inhabitables tales inmuebles. 

Por otra parte, gran parte de los derrumbes e inundaciones estuvieron asociados a crecidas de los cauces de, en su mayoría, ríos que volvieron a discurrir por determinados territorios, casi como si “tuviesen memoria”. En realidad, no presentan tal cualidad, sino solo se ampliaron del lecho menor -donde se encuentra el canal de estiaje- para abarcar los lechos medio y mayor, es decir, áreas inundables tras crecidas frecuentes y excepcionales, respectivamente. Ahora bien, el daño se produjo porque, precisamente, muchas personas construyen en dichos territorios, ya sea de forma ilegal o por un permiso obtenido legalmente de forma particular o mediante una inmobiliaria a quien le compraron su casa. Indistintamente de los involucrados, la totalidad solo consideró el lecho menor y no los demás, ya sea por desconocimiento o mera confianza ante años de sequía, asumiendo que nada malo podría pasarles, no obstante, finalmente sucedió.

El invierno recién pasado dejó en evidencia la importancia de convivir conociendo plenamente el lugar donde nos encontramos, sin omitir ninguna de sus características geográficas, independientemente si en los últimos años nada perjudicial había pasado, pues quedó demostrado que si no se respetan cauces, tipos de suelo y diferentes aspectos relevantes del territorio, tarde o temprano habrá una catástrofe.

Javier Osorio O.
Ex Vicepresidente Interno Federación de Estudiantes USS, sede Santiago
Estudiante de Derecho UAH

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