El viejazo quedó atrás. Las mujeres de hoy no envejecen igual: redefinen el tiempo, cuestionan los estereotipos y eligen cómo transitar esta etapa.
En Chile le llamamos “el viejazo” a ese momento en que una persona empieza a notar que su cuerpo ya no responde igual, que el metabolismo se desacelera, que la balanza sube y que el insomnio se instala más seguido que el deseo.
Lo escuchamos desde niñas, en sobremesas familiares, entre risas, ironía y resignación. Lo decían madres, tías, abuelas. Y aunque parecía inofensivo, marcaba un antes y un después.
Pero ¿qué es realmente “el viejazo”? ¿Por qué tantas mujeres lo usan y asocian a la menopausia? Como si los años previos, llenos de señales sutiles cambios en el ánimo, el sueño, el ciclo menstrual no contaran. Como si de un día para otro pasáramos de plenitud a deterioro.
Lo cierto es que el envejecimiento comienza desde que nacemos, solo que lo percibimos con más nitidez cuando los cambios se vuelven visibles: la piel, la energía, el deseo. Desde lo clínico, sabemos que los 40 marcan el inicio de una transición hormonal. Cae el estradiol, se altera el sueño, disminuye la masa muscular. El cuerpo no se desploma, pero empieza a ajustar su marcha. Y esas negociaciones requieren atención, no alarma.
La experiencia femenina del envejecimiento es fisiológica, sí, pero también cultural. Hoy muchas mujeres no consultan solo por bochornos, sino porque perciben que están en una nueva etapa. Y lejos de negarla, buscan entenderla, gestionarla y vivirla con claridad.
El “viejazo” es un concepto obsoleto, heredado de una época que ignoraba que, con atención médica oportuna, las mujeres pueden estar hoy mejor que nunca.
El problema no es cumplir años, sino cómo nos enseñaron a transitar esta etapa: en silencio, con normalización del malestar y sin herramientas reales. Más que un síntoma, el viejazo ha sido muchas veces la consecuencia de habernos puesto últimas en la lista.
No hay vejez precoz, hay atención tardía y cambiar esa lógica es el verdadero desafío. Comer bien, moverse, descansar, y tomar decisiones a tiempo no es una moda: es estrategia vital.
La menopausia no es una enfermedad. Es una frontera. Y como toda frontera, puede ser un límite... o puede ser el punto exacto donde empieza algo distinto.
Y cuando una mujer se atreve a habitarse con decisión, el viejazo no tiene cabida.
Por Dra. Daniela Celedón
Ginecóloga Obstetra Universidad de Chile
Master en Climaterio y Menopausia UDIMA
Máster en ginecología cosmética regenerativa y cirugía genital Universidad de Barcelona
Especialidad en Medicina Antienvejecimiento Universidad de Sevilla