Por: Pamela Varas Zúñiga, directora de la carrera de Enfermería, UNAB Sede Viña del Mar
La “Encuesta Mundial de Salud Escolar”, iniciativa de la OMS, este año cumple dos décadas de su realización. En Chile este instrumento se focalizó en estudiantes de 7° y 8° básico y de 1° medio de algunas regiones. Sus resultados identificaron problemas de salud asociados a conducta alimentaria, actividad física y estado nutricional, encontrándose altos porcentajes de sobrepeso y obesidad. Por otro lado, se logró identificar la prevalencia de hábitos nocivos para la salud como tabaquismo y consumo de alcohol u otras sustancias.
Actualmente, la población catastrada en esta encuesta tiene altas tasas de prevalencia de Enfermedades Crónicas no Transmisibles (ECNT) y son sedentarios. La mortalidad que afecta a este grupo etario está muy relacionada con accidentes, en las que como factor común se pesquisa la ingesta de alcohol. Frente a esta realidad es totalmente factible preguntarse qué habría pasado si estas personas durante su etapa escolar hubiesen recibido conocimientos y desarrollado habilidades que les permitiesen tener hábitos saludables, previniendo enfermedades y de esta forma, asumiendo responsablemente su autocuidado.
Paralelo a lo ya mencionado, los cambios demográficos y epidemiológicos nos muestran que la población en Chile está envejeciendo, estimándose que para el 2050 el 30% estará representada por personas de 60 o más, lo que significará que las enfermedades asociadas a estilos de vida seguirán siendo las de mayor frecuencia de presentación, con una carga sanitaria y económica importante para el sistema.
Considerando todos estos factores es que es plausible y relevante plantearse la necesidad de incorporar, en etapas tempranas de formación, aquellos conocimientos que permitan que las personas en la medida que transitan por las distintas etapas del ciclo vital sean capaces de implementar acciones para prevenir la aparición de patologías. Junto con ello, es necesario incorporar habilidades y conocimientos que faciliten actuar ante emergencias médicas comunes, lo que incidiría en reducir el riesgo de complicaciones e incluso salvar vidas.
Entregar este tipo de habilidades para la salud y primeros auxilios es de gran valor en nuestros días. Los estudiantes que las aprendan estarán mejor preparados para enfrentar situaciones que puedan surgir en su hogar, comunidad y lugares de trabajo, lo que además favorece un sentido de responsabilidad social y los motivará a contribuir al bienestar de su comunidad.
Es importante considerar que la implementación de una asignatura de salud y primeros auxilios podría tener un enfoque flexible, que se adapte a las necesidades y realidades de cada comunidad educativa, con pertinencia cultural, y considerando distintos enfoques metodológicos, como talleres, cursos electivos o integrados en otras asignaturas. Se debe evaluar el impacto de esta medida en los conocimientos, habilidades y actitudes de los estudiantes frente a su propia situación de salud y aquellas en donde se pueda ver afectado el entorno que pertenecen.