La afectividad y las emociones, un reencuentro familiar

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En este tiempo de alerta sanitaria mundial por coronavirus, los mensajes que más se han transmitido son: lávate las manos constantemente, usa mascarillas y mantén el distanciamiento social, es esta última frase ha sido la que más nos ha complicado, ¿por qué? Porqué deberíamos haber entendido que era un distanciamiento físico, pero no un distanciamiento social.

Como seres humanos el socializar es parte de nuestra naturaleza, por lo cual no deberíamos tener problemas para comunicarnos. Pero la Pandemia nos mostró la desconexión en la que vivimos, no desde el último año y medio, sino que la desconexión que hemos generado por la falta de rituales en nuestro propio hogar.

Entonces, ¿Entendimos mal el mensaje? El distanciamiento social implica, el deterioro de las relaciones entre personas y en una etapa vital como es la de los niños, niñas y adolescentes; no podemos dejar de conectarnos con nuestros seres queridos.

¿Por qué nos costó tanto encerrarnos?

Previo a la pandemia y la necesidad del aislamiento social, el contacto y la comunicación entre personas ya se había visto reemplazado por la utilización excesiva de aparatos tecnológicos.  Celulares, tablets, TV y Pc han sido un factor clave para mantener el aislamiento y contener el aburrimiento, sobre todo en los más pequeños de la casa.

Es como si nos hubieran impuesto dentro de nuestros hogares, que los niños niñas y adolescentes, solo tienen esta forma de socializar y nos equivocamos, porque debimos mantener siempre los espacios de encuentro familiar

El aislamiento social, ha impedido realizar actividades sociales, disfrutar de momentos importantes.  Hemos suspendido las tan anheladas onces, cumpleaños y celebraciones, por miedo al contagio y a perder a un ser querido. Y ese miedo se transmite desde los adultos a los más pequeños de la casa.

En la familia se establecen lazos afectivos y de protección, entonces podemos entender que los adultos responsables sientan miedo del contagio y hemos llegado a un punto de aislarnos hasta de nuestros propios seres queridos. Nos alejamos y también los alejamos, pensando que al no compartir, cuidamos a nuestro círculo más cercano del virus.

Hemos visto que pocas palabras se cruzan en el almuerzo, las frases de aliento y expresión de afecto están al debe.

Según lo que explica el Psicólogo de la Unidad de Psiquiatría Infanto Juvenil del Hospital San Fernando, Omar Durán, “es el momento de romper el silencio, no seguir justificando tiempos tras pantallas de tecnología, debemos volver a generar rutinas que nos unan, como antes se hacía. No seguir argumentando nuestra falta de comunicación y reemplazando los tiempos de contacto familiar”.  

El profesional destacó que “debemos generar espacios familiares, debemos mejorar nuestro sistema inmunológico a través de risas, abrazos y muestras de cariño. Debemos volver a confiar en que todo está mejorando y transmitir a los que nos rodean el disfrute de las relaciones”.

Agregó que “volvamos a conversar, a contar anécdotas, a recordar situaciones graciosas. Volvamos a soñar con los más pequeños, planifiquemos actividades en familia, abramos el espacio dentro de la casa. Es el momento en que debemos reemplazar el uso de la tecnología para conectarnos de verdad, para comunicar sentimientos. Lograr que las miradas dejen la pantalla para volver a encontrarse y reconocerse”.

Si bien, las prácticas de autocuidado frente al virus se deben mantener, es fundamental que nunca se deje de lado el autocuidado de las emociones.

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