Durante décadas, la Región de O'Higgins de Chile ha sido conocida como una de las potencias agrícolas del país. Con sus tierras fértiles, su clima mediterráneo y su larga tradición en la producción de frutas, vinos y hortalizas, la región ha desempeñado un papel clave en la alimentación de los chilenos y de los mercados mundiales.
Pero más allá de los viñedos y los campos que han definido el paisaje durante mucho tiempo, se está produciendo una revolución silenciosa que no se ve a simple vista. En pequeños pueblos y grandes explotaciones, las tecnologías agrícolas inteligentes están cambiando la forma de cultivar, cosechar y gestionar los alimentos.
Todos los sectores deben digitalizarse y tratar de innovar. Es el caso de las casas de apuestas deportivas españolas, que siempre tratan de ser pioneras a la hora de ofrecer avances a sus jugadores.
Bienvenidos a la era de la agricultura inteligente, en la que los drones sobrevuelan los cerezos, los sensores controlan la humedad de las vides en tiempo real y el análisis de datos sustituye a las conjeturas.
De los tractores a la tecnología: Una nueva generación de agricultores
Uno de los motores de esta transformación es una nueva generación de agricultores con mentalidad digital, muchos de los cuales regresan a las explotaciones familiares con títulos de ingeniería, formación empresarial y una clara visión de futuro.
En zonas como San Fernando, Santa Cruz y Peralillo, las startups y las cooperativas locales están empezando a adoptar herramientas como sensores de suelo que optimizan el riego en función de niveles precisos de humedad, imágenes por satélite y drones que detectan el estrés de los cultivos e identifican brotes de plagas antes de que se propaguen.
También se usa software de gestión agrícola que controla el rendimiento, los patrones climáticos y el uso de recursos desde un único smartphone.
Estas tecnologías no son sólo modernización, sino supervivencia. Con la escasez de agua, la escasez de mano de obra y la variabilidad climática en aumento, los agricultores deben producir más con menos. Y en una región tan dependiente de la agricultura, la innovación ya no es opcional.
Pequeñas explotaciones, grandes innovaciones
Lo que es especialmente emocionante es que esto no se limita a los grandes agroexportadores. En Lolol y Pumanque, las explotaciones familiares que producen bayas, aguacates o aceite de oliva artesanal están experimentando con herramientas de bajo coste y código abierto que ofrecen información en tiempo real sobre la calidad del suelo y las precipitaciones.
Algunas incluso combinan paneles solares con el riego por goteo para reducir el consumo de agua y energía, lo que supone una doble ventaja en regiones muy afectadas por la sequía.
En 2024, un grupo de jóvenes ingenieros de Rancagua puso en marcha un proyecto piloto que distribuía kits de sensores de bricolaje a pequeños agricultores, junto con formación básica sobre cómo utilizar los datos para ajustar los programas de siembra y fertilización. ¿Los resultados? Un aumento del rendimiento del 20-30% con menores costes operativos.
Educación y apoyo local: ¿La pieza que falta?
A pesar de las promesas, el camino hacia la transformación digital no está exento de obstáculos. Una de las mayores barreras es el acceso a la formación y la financiación, especialmente en zonas rurales con infraestructuras limitadas o poblaciones envejecidas.
Muchos agricultores están interesados en adoptar tecnología, pero se sienten abrumados o inseguros sobre cómo comenzar. Por eso, instituciones como INIA Rayentué y las universidades regionales desempeñan un papel fundamental tendiendo puentes entre la innovación y la tradición. Los talleres, los programas piloto y las asociaciones con los municipios son esenciales para que la agricultura inteligente sea inclusiva y no una herramienta más de las grandes empresas agrícolas.
Afortunadamente, la región de O'Higgins está empezando a reconocer esta oportunidad. Los planes de desarrollo regional ahora mencionan la transformación digital en el sector rural, y se están diseñando varias iniciativas respaldadas por FOSIS y CORFO para apoyar la adopción de tecnología en la agricultura.